martes, 22 de enero de 2019

LA VENDA DE CUPIDO


¿Qué capricho del destino regaló un arco de oro a un niño que, incapaz de guiarse por la razón, juega de forma indiscriminada con dos metales sembrando amores traviesos y perniciosos olvidos? ¿Qué gran poder le fue concedido a Cupido para que su hermano no consiguiera paliar los desastres que va esparciendo y Júpiter, su perseguidor más furibundo, mordido quizás por una de las fortuitas saetas, le otorgara el divino perdón durante aquel convite de bodas? ¿Qué maternal frenesí llevó a Venus a dejar desprotegido al mundo del peligro de los dardos arrojados por un chiquillo antojadizo y medio ciego?

El caso es que ese pequeño tirano nos maneja a su antojo, sin arrepentimiento, sin culpa, él dispara y abre heridas, después nosotros y el tiempo seremos los encargados de curarlas. Aunque creo que sus lanzamientos no son todo lo aleatorios que parecen pues consigue ablandar el corazón de los temibles o darles a tomar a los arrogantes su propio veneno; tal vez la venda de Cupido no sea tan tupida como aparenta, quizás vea mucho mejor que nosotros y conozca bien lo que hace y por qué lo hace; ya se sabe que los niños siempre dicen la verdad, para quitarles esa terrible manía inventaron las escuelas pero, por fortuna, los dioses no van a clase.
 




miércoles, 9 de enero de 2019

LO QUE VEN MIS OJOS

Mis ojos, como sabes, son ojos porque miran,
porque sólo con ellos se tornan manifiestos
los cambios, las rutinas, y queda señalado
el tiempo y el preciso desgaste de los días.
Mis ojos no se paran en la piel y en la forma,
anhelan conocer los profundos confines
de las almas que cruzan por su amplio camino
de ciento ochenta grados o más cuando usa el giro.
Mis ojos miran lejos y dentro también miran, 
inquietos se deslizan usando la saliva 
y de las malas babas -que a veces se avecinan-
fabrican colchonetas o se hacen una lira.
Mis ojos se detienen en las cosas sencillas
que son lo más hermoso que contiene la vida,
y se recrean, dóciles, cuando encuentran belleza
en el mar, en el cielo, en el llanto o la risa. 
Mis ojos, sus recuerdos y sus melancolías
dan paso a proyecciones de futuros inciertos
y se acomodan prestos a la luz infinita
que les da la razón de ser… porque te miran.